Estudios internacionales demuestran que el entorno educativo influye directamente en el bienestar y capacidad de aprendizaje de los alumnos. También aumentaría su productividad, rendimiento, imaginación y hasta dormirían mejor.

Si nos centramos en estudios de la madera para indagar su influencia directa en el espacio que se habita, podemos tener como referencia varias investigaciones que apuntan a la relación de ésta con la salud. En Dinamarca, Japón, Canadá, Noruega y Austria, por ejemplo, existen resultados que indican que el tipo de habitación más armonioso para el paciente es el que dispone de una ventana en una de las cuatro paredes y una superficie entera de ésta cubierta de revestimiento de madera. De hecho, se recomienda aumentar su uso en los espacios donde la gente suele estar por mucho tiempo, como salas de espera, hospitales, lugares de trabajo y un sinfín de otras locaciones.

Precisamente algunos de estos otros lugares son las escuelas, colegios, liceos, jardines infantiles y salas cunas. Cabría preguntarse, entonces: “¿Se podrían obtener conclusiones similares a las referidas en la salud al enfocarse en la educación dentro del aula?”

Existen pruebas de que el entorno que se construye puede tener un efecto oculto en el bienestar emocional físico y mental de una persona. El Estándar de Construcción Well, por nombrar sólo un ejemplo, emerge como un nuevo paradigma que instala al individuo en el centro del proceso constructivo con el objetivo de conseguir lugares más saludables y trabajadores más a gusto y por tanto más productivos. Si se analiza, la mayor parte de la gente está más de 40 horas a la semana en el trabajo, por lo que el diseño de su hábitat para quienes lo llevan a cabo se ha vuelto cada vez más estratégico.

Incluso, investigaciones de las últimas décadas han confirmado que el espacio que nos rodea influye directamente en la salud y el bienestar de las personas, lo que ha conllevado que las empresas se preocupen especialmente por entregarles a sus empleados sitios donde se sientan cómodos. La ecuación, en este caso, sería sencilla: más calidad de vida para los trabajadores; más productividad y réditos para el negocio.

Según expertos, si apuntamos a la educación, para que una infraestructura pueda considerarse de calidad debe cumplir con, al menos, los siguientes requisitos: condiciones de comodidad para los estudiantes, docentes y administradores, espacios para el desarrollo de ensayos y prácticas (como laboratorios, bibliotecas y salas de informática) y áreas que posibiliten el talento, entretenimiento, deporte y cultura. Ahora bien, ¿qué sucede cuando esas condiciones se cumplen teniendo a la madera como materialidad fundamental?

Uno de los estudios más citados a la hora de referirse a los beneficios de la madera en espacios de enseñanza fue “Schule ohne Stress” (“Escuela sin Estrés”), realizado en Austria en 2010. Éste se centró en comparar el comportamiento durante un año de cuatro clases distintas, pero con la particularidad  que dos estaban construidas con muebles interiores de madera y con madera en su estructura.  Las otras dos contenían materiales como placas de yeso, aglomerado laminado y linóleo.

Al cumplirse el tiempo destinado para la investigación, se midieron los niveles de estrés, los patrones de sueño y la frecuencia cardíaca de los alumnos, lo que reveló que aquellos estudiantes que tenían como ambiente de trabajo y aprendizaje las aulas de madera, experimentaban una caída significativa en la frecuencia cardíaca, vivían mucho más relajados y hasta dormían mejor.

Lo anterior se refuerza con estudios realizados en Estados Unidos. Como el de 21st Century School Fund, ejecutado también en 2010, que expone resultados estadísticamente significativos entre infraestructura escolar y pruebas estandarizadas para medir procesos de aprendizaje en muchas partes del país. Un punto interesante es que los índices fueron mayores cuanto más bajo era el nivel socioeconómico de los estudiantes.

FUENTE: MADERA21 (LEER ARTÍCULO COMPLETO)